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La llamada ‘zona muerta’ ubicada justo frente a la desembocadura del río Mississippi en el Golfo de México ha crecido tanto, que su tamaño es comparable al área territorial del estado de Nueva Jersey, es decir, unas 8,776 millas cuadradas (22,720 kilómetros cuadrados).

Científicos indican que hay tan poco oxígeno en esas aguas que es imposible que se sostenga la vida marina. La Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA por sus siglas en inglés) viene estudiando este fenómeno desde 1985 que mide el nivel de nitrógeno y fósforo en el río Mississippi.

La científica de la NOAA Nancy Rabalais indica que los nutrientes que son transportados río abajo alimentan el plancton que muere y se degrada. Al acumularse en el fondo del mar y descomponerse, ayuda al aumento de los niveles de nitrógeno y fósforo, lo que compromete los niveles de oxígeno y por defecto de vida marina.

La presencia de más nutrientes en el agua del río se debe al aumento de la actividad agrícola a ambas riberas del Mississippi. La lluvia hace que grandes cantidades de fertilizantes vayan a parar al río multiplicando dramáticamente la presencia de tales nutrientes.

A esto se une la cantidad de excremento no procesado que produce la ganadería en esas zonas. La Agencia de Protección del Medio Ambiente estima que unas 335 millones de toneladas de excremento de animales de cría penetra en grandes cantidades el subsuelo y llega a cuerpos de agua, contribuyendo con los nutrientes que generan el proceso de degradación y desoxigenación del agua, conocido como hipoxia.

Según la organización ecologista One World One Ocean hay más de 400 ‘zonas muertas’ en el mundo y se están duplicando cada 10 años a consecuencia del aumento de las áreas agrícolas, de ganadería y de granjas avícolas.