La industria del turismo en Puerto Rico se vestía de optimismo en los meses antes del impacto del huracán María: en julio había recaudado una cifra histórica de impuestos hoteleros, en agosto empezaba a lucrarse de un acuerdo con Airbnb y en las semanas antes de la tormenta estrenaba una campaña publicitaria al ritmo de la canción ‘Despacito’.
Pero todo se fue al piso en la madrugada del 20 de septiembre, cuando María destrozó muchas de las playas, los parques, los hoteles, las tiendas y los restaurantes con los que Puerto Rico atrae a millones de turistas cada año.
“La actividad económica desapareció y el turismo desapareció”, lamentó recientemente Guillermo Christian Jeffs, quien lleva casi 40 años vendiendo sombreros y artesanías en su tienda Olé Curiosidades en el Viejo San Juan. “En este momento no hay turistas en Puerto Rico. Solo los rescatistas vienen a San Juan, miran y de repente alguien se tienta con algo.”
La tormenta impactó todos los sectores del turismo, dejando a innumerables personas sin trabajo y a la infraestructura turística en completo desorden. María incluso destrozó parcialmente el parque nacional de El Yunque, uno de los mayores patrimonios naturales de la isla.
“No podemos cuestionar lo que ha sido el impacto del evento atmosférico más significativo en la historia moderna de Puerto Rico”, aseguró en entrevista telefónica el director de la Compañía de Turismo de Puerto Rico, José Izquierdo.
El mayor reto ahora será atraer a extranjeros a un territorio en recuperación.
A un mes del huracán, muchos de los grandes hoteles en Puerto Rico, entre ellos el Meliá Coco Beach en Río Grande y el W Hotel en Vieques, siguen cerrados indefinidamente. Solo han podido abrir sus puertas un centenar de hoteles endosados por la Compañía de Turismo, aunque ninguno está hospedando a turistas.
“Casi todos están 100% llenos por el personal de manejo de emergencia: es decir, FEMA, los militares, las organizaciones sin fines de lucro”, apuntó Izquierdo, agregando que muchos de estos hoteles, en especial aquellos ubicados en el área metropolitana de San Juan, comenzarán a vaciarse a mediados de diciembre.
Fue un golpe duro a una industria que iba en crecimiento, cuenta Izquierdo.
En julio, la isla recaudó la cifra más alta de impuestos de ocupación hotelera para tal mes en al menos una década, según cifras oficiales. Y en agosto entró en efecto un acuerdo de Turismo con la empresa Airbnb, que por primera vez cobraría directamente un impuesto local de 7% a sus anfitriones en la isla.
A pesar del letargo en el que ha caído Puerto Rico, Izquierdo asegura que el estado actual de la isla es una oportunidad de rehacer la industria turística, como sucedió en la ciudad de Nueva Orleans luego del huracán Katrina o en Detroit luego de su proceso de bancarrota.
“Queremos tomar esos ejemplos para construir esa narrativa tan importante y tornarlo en algo positivo”, apuntó. “Ante este gran reto está una oportunidad”.
Una industria paralizada
El huracán puso en pausa las vidas de miles de trabajadores que dependen de la llegada de turistas a la isla, entre ellos José Rosario, quien llevaba nueve años trabajando como mesero en los restaurantes dentro del Meliá Coco Beach.
“El hotel nos cesanteó el 4 de octubre”, contó Rosario en entrevista telefónica, agregando que el hotel se inundó por su cercanía a la playa y que hubo grandes pérdidas en los cuartos y en la piscina del mismo.
La administración del Meliá le informó a Rosario que solo garantizaría un retorno a su empleo por un periodo de seis meses. “Si en seis meses restablecen el hotel, nosotros tenemos trabajo, mientras que los unionados están asegurados por un año. Pero si pasan los seis meses y regresas a trabajar, empiezas bajo la nueva ley laboral como empleado nuevo, y los beneficios que tenías como plan médico y otras cosas no te aplican”, lamentó.
Rosario no contempla irse de la isla: “María se llevó lo que se llevó pero no se llevó las deudas”, dice, agregando que ha podido seguir pagando sus cuentas gracias a un trabajo a tiempo parcial en el aeropuerto.
Ante el cierre del Meliá Coco Beach, también ha perdido ingresos la chef Myrta Pérez, dueña del restaurante Pasión por el Fogón que abrió sus puertas allí en 2009.
“Yo creo que más del 50 por ciento de los restaurantes en Puerto Rico se van a ir a pique, no van a sobrevivir”, aseguró la chef, quien cuenta que las puertas de su local en el Meliá explotaron y que el motor de un enorme congelador “se lo llevó” el huracán.
Usando una planta eléctrica, Pérez logró abrir su otro restaurante (del mismo nombre y ubicado en el municipio de Fajardo) el domingo después de la tormenta. Allí estableció un menú especial con precios reducidos.
“No era momento para hacer ganancias, sino para ayudar a la comunidad. La gente venía con las historias (del huracán) y lo que hacíamos era llorar, llorar y llorar”, contó.
Con el pasar del tiempo, la industria se repone lentamente: los aeropuertos y puertos ya funcionan, los cruceros anuncian su regreso a la isla y la electricidad comienza a llegar a más comunidades.
Para Jeffs, el empresario del Viejo San Juan, es un momento de llenarse de optimismo, mientras espera el regreso de los extranjeros que solían llenar las calles de adoquines de la capital.
“La parte histórica de la ciudad no se la llevó María”, dice. “Esa todavía está aquí”.