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La fantástica historia de Saroo y su largo camino a casa.

Un día, cuando este niño nacido en India tenía apenas cuatro años de edad, quiso acompañar a su hermano, un poco mayor que él, a su trabajo cerca a las vías del tren. Como era pequeño se quedó dormido en uno de los vagones y su hermano decidió dejarlo allí mientras él iba, realizaba sus tareas y volvía, pero lamentablemente el tren pronto puso de nuevo sus motores en marcha y comenzó su recorrido, uno que lo llevaría al niño muy lejos de allí.

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Un pequeño perdido a cientos de kilómetros de su hogar.

Al despertar, Saroo, se encontró en medio del recorrido del tren, intentó hacer que se detuviera, pero nadie lo escuchó y no pudo hacer nada más que esperar a que este llegara a su destino final. Luego bajó y se encontró en las desconocidas calles de Calcuta, una de las ciudades más congestionadas y grandes de la India.

Sin saber qué hacer, comenzó a caminar y caminar, tratando de encontrar una esquina, una calle, un establecimiento conocido que pudiera usar como punto de referencia para encontrar de nuevo su hogar. Lo que él no sabía es que eso no sucedería porque estaba muy, muy lejos de casa.

En su incierto deambular, se enfrentó al hambre, al frío, al miedo, a otros niños sin hogar que luchaban ferozmente por un pedazo de cartón para dormir o simplemente por lo que consideraban su territorio, a adultos deformados en su alma con oscuras pretensiones y a todos los siniestros rostros que el mundo muestra a los más débiles e indefensos, hasta que un día un soplo de buenaventura, al fin, lo rozó.

Un nuevo hogar.

Una organización filantrópica lo acogió en un programa para niños sin hogar que eran entregados en adopción a personas de países extranjeros. Fue así como Saroo encontró en Australia una nueva familia.

Sus padres adoptivos fueron a recogerlo y lo llevaron a su nuevo hogar. Siempre fueron cariñosos, dedicados y buenos con él.

El niño nunca pudo decir de dónde venía, pues era muy pequeño y no hablaba bien, además su población natal era un diminuto poblado de una zona muy lejana a las capitales del país, por lo que nadie logró entender el nombre que en un comienzo él con tanta insistencia repetía.

Los años pasaron, muchos en realidad, y Saroo poco a poco se fue adaptando a su nueva vida, sin embargo, nunca olvidó a su madre y a su hermano, en su mente siempre estuvo presente el recuerdo de su hogar y en su alma la tristeza de haberse sentido arrancado de sus raíces.

Luego de finalizada su etapa escolar, Saroo que ya no era un niño sino un adulto, enfrentó una crisis personal y en cierto punto se dio cuenta que sus recuerdos de sus primeros cinco años de vida lo agobiaban, sentía que necesitaba cerrar ese traumático episodio e intentar volver a casa, reencontrarse con sus familiares para poder continuar con su vida.

Pero, ¿cómo volver a casa 25 años después de haber perdido el camino?

Pasaron algunos años más y el joven trazando interminables líneas en los mapas, calculando distancias e investigando las antiguas rutas de trenes de un país que ahora le resultaba tan ajeno al fin logró encontrar el pequeño poblado en el que nació, pero en ese momento sus peores temores lo invadieron.

Empezó a preguntarse si tenía el valor de viajar hasta allí y descubrir, tal vez, que su familia se había mudado perdiendo para siempre su rastro o quizas que su destino había sido cruel y ya no los encontraría con vida, no sabía si podría vivir con eso o si mejor era continuar en la sombra del desconocimiento.

Finalmente resolvió que lo mejor era enfrentar la verdad y determinado tomó un vuelo y luego un tren que lo llevó por el camino que 25 años atrás lo separó del lado de su amada madre y de su hermano.

De vuelta en casa.

Si bien la aprensión estaba presente a cada paso que Saroo daba, el deseo de volver a ver a sus seres queridos no le permitía retroceder y así, más rápido de lo que pensaba, se halló en su antiguo pueblo, empezó a preguntar por el nombre de su madre y una mujer lo llevó hasta la casa a la que alguna vez había llamado hogar. Una mujer salió para ver porque los vecinos estaban armando un alboroto y tan pronto vio al joven parado frente a la puerta, lo reconoció: era su hijo.

Madre e hijo se abrazaron, lloraron y tuvieron que frotarse los ojos para distinguir si lo que estaban viendo era uno de los tantos sueños que ambos habían tenido, pero no, esta vez todo era real.

La madre de Saroo, le contó que jamás se había mudado porque nunca había perdido la esperanza de que su hijo encontrara el camino de regreso a casa, en su corazón siempre supo que volvería, por eso lo esperó. También le dijo que lo buscó por todas partes, que caminó hasta que sus pies se ampollaron y que le preguntó a las personas si lo habían visto hasta que su voz ya no pudo pronunciar más palabras.

Entre muchas cosas más que le contó, le informó que su nombre no era Saroo, sino Sheru, pero que él de pequeño no lo podía pronunciar bien, tal vez esa era una de las razones por las que nunca lo pudo hallar. Además, le dio la más triste de las noticias, le dijo que su hermano había fallecido años atrás.

La certeza de saber que jamás volvería a ver a su hermano sería un dolor con el que tendría que aprender a vivir, pero al menos había podido ver a su madre una vez más y ahora ten´dría la oportunidad de hacer parte de su vida nuevamente.

Su historia es tan fantástica y tan descriptiva de lo que es la cultura de la India, que Saroo decidió compartirla con el mundo, por lo que escribió un libro que fue Best Seller y que inspiró una hermosa película nominada a seis Premios Oscar, incluido Mejor Película, titulada “Lion”.

Mira en el vídeo a continuación el trailer oficial:

Actualmente Saroo es un exitoso hombre de negocios.

Fuente: Saroo BrierleyLion.